En ocasiones, las ballenas que quedan varadas en las playas no pueden ser devueltas al mar por mucho que lo intenten las personas que se hayan en los alrededores. Su gigantesco tamaño juega en su contra y, cuando se llega a una situación como ésta, no queda más remedio que esperar a que una lenta agonía acabe con sus vidas.
Para evitarles ese triste final, un equipo de científicos liderado por el veterinario de la Universidad Estatal de Carolina del Norte Craig Haims ha creado un cóctel que va a permitir administrar una muerte digna e indolora a los ejemplares que queden atrapados en las costas y no puedan ser devueltos al mar.
No ha sido una tarea fácil. Debido a sus colosales proporciones, las dosis que se aplican habitualmente a los grandes mamíferos terrestres no son efectivas con las ballenas adultas. Además, tampoco se les pueden inyectar determinadas drogas puesto que, una vez mueren, sus enormes cuerpos inertes son devorados por carroñeros que podrían introducir la ponzoña en la cadena trófica.
La solución que han encontrado ha sido dividir la eutanasia en dos partes. Primero se suministra un combinado de sedantes y analgésicos que duermen al animal y, una vez está completamente calmado, se inyecta con una aguja de casi 1 metro de longitud un concentrado de cloruro de potasio directamente al corazón que acaba con la vida del ejemplar y no supone un riesgo para la vida de los animales que más adelante se alimentarán de sus restos.