En la prefectura japonesa de Miyagi, frente a la Península de Oshika, se halla una pequeña isla llamada Tashirojima. Un pedacito de tierra en medio de la inmensidad del Océano Pacífico que permanecería en el más absoluto de los olvidos para la opinión pública occidental de no ser por un hecho tan inusual como llamativo: está habitada por más gatos que personas.
Y es que Tashirojima es un paraíso para los gatos callejeros. Ello es debido a que desde hace décadas existe la creencia entre sus habitantes de que los mininos son portadores de la salud y la buena fortuna, de manera que no sólo los alimentan, sino que además velan por su comodidad y, por ejemplo, vigilan que ningún turista o pescador que se aproxime a sus costas traiga un perro consigo.
El culto a los gatos ha llegado hasta tal punto que las apenas 100 personas que residen de manera permanente en la isla han construido un santuario destinado a honrar a estos animales cuya fachada tiene un diseño que recuerda, cómo no, la figura de un gato.
El futuro de los pobladores gatunos de Tashirojima parece asegurado, pero no así el de los humanos, puesto que según las estimaciones del gobierno japonés, el 83% de sus habitantes supera los 65 años y sólo uno tiene menos de 45. Una realidad que ha llevado a las autoridades a designarla como Genkai shūraku, o isla que se encuentra en peligro terminal de perder en unos años la totalidad de su población y acabar deshabitada.