En enero de 1936, una estudiante de 11 años llamada Phyllis escribió una carta a Albert Einstein en nombre de su clase de la Escuela Dominical en la que le formuló una pregunta en apariencia muy simple pero a la vez muy poco usual: ¿rezáis los científicos?
Ésta es la misiva que le envió la niña al reputado científico:
Mi querido Einstein,
En nuestra clase de la Escuela Dominical nos hemos formulado la pregunta de si los científicos rezan. Todo comenzó preguntando si podríamos creer tanto en la ciencia como en la religión. Estamos escribiendo a científicos y otros hombres importantes para tratar de que nos respondan a nuestra cuestión.
Nos sentiremos muy honrados si nos conteste a nuestra pregunta: ¿usted cree que los científicos rezan? ¿Y qué oran?
Somos estudiantes de sexto curso de la clase de la Señorita Ellis.
Respectuosamente suya,
Phyllis
Y esto es lo que le contestó Einstein:
Querida Phyllis,
Intentaré contestar a tu pregunta de la manera más simple que pueda. Aquí está mi respuesta:
Los científicos creemos que cada acontecimiento, incluidos los asuntos de los seres humanos, son debidos a las leyes de la naturaleza. Por lo tanto un científico no puede inclinarse a creer que el curso de los acontecimientos puede verse influenciado por una plegaria, esto es, por la manifestación de un deseo sobrenatural.
No obstante, debemos reconocer que nuestro conocimiento actual de esas fuerzas es imperfecto, por lo que en último término la creencia en la existencia de un espíritu final y último recae en una especie de fe. Tal creencia está muy extendida a pesar de los logros actuales de la ciencia.
Pero también, todo aquel que está seriamente involucrado en la búsqueda de la ciencia se convence de que algún espíritu se manifiesta en las leyes del universo, uno que es infinitamente superior al del hombre. De esta manera la búsqueda de la ciencia conduce hacia un sentimiento religioso de un tipo especial, que es seguramente muy diferente de la religiosidad de alguien más ingenuo.
Cordiales saludos,
A. Einstein
Estas cartas están recogidas en Dear Professor Einstein, un libro elaborado por la escritora Alice Calaprice en el que hay recopiladas más de 60 misivas que los niños de las primeras décadas del siglo XX enviaron a Einstein. Así mismo también aparecen las correspondientes respuestas que éste les dio.
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