Prince es, sin lugar a dudas, uno de los mayores talentos que ha dado la música en el último cuarto de siglo. Un artista de estilo ostentoso y extravagante que ha compuesto canciones inolvidables como 1999, Alphabet St, Little Red Corvette, Purple Rain, Raspberry Beret o When Doves Cry y se ha ganado el favor de millones de seguidores en todo el mundo. Unos admiradores a los que, por otra parte, no ha dudado en llevar a los tribunales cuantas veces ha creído necesarias para proteger los derechos de autor sobre sus composiciones.
El último episodio de esta ridícula e inacabable batalla que el genio de Mineápolis mantiene contra el mundo se ha producido esta semana después de que haya presentado una demanda en el Distrito Norte de California contra 22 internautas que han colgado en sus cuentas de Facebook y Blogger enlaces para descargar algunas de sus actuaciones.
A cada uno de ellos les pide una compensación de 1 millón de dólares por el supuesto perjuicio que esos links le han podido causar. En total, 22 millones de dólares. Casi nada. El documento presentado ante el juzgado identifica únicamente a 2 de estas personas por su nombre, mientras que al resto se refiere por sus nicks, tales como PurpleHouse2, PurpleKissTwo o FunkyExperienceFour. Es decir, Prince está solicitando indemnizaciones millonarias a sus propios seguidores.
Unos fans que van a pasar a engrosar la larga lista de damnificados del artista, que en los últimos años ha emprendido acciones legales contra webs dedicadas a su figura que han cometido el terrible pecado de colgar fotos de sus conciertos e incluso ha obligado a eliminar un vídeo casero de YouTube de un bebé bailando porque de fondo sonaba Let’s Go Crazy.
Eso por no hablar de los intentos que ha efectuado para llevar ante la justicia a eBay, YouTube o The Pirate Bay por no hacer lo suficiente para eliminar sus temas o conciertos de sus respectivas bases de datos. En fin… todo un personaje