OpenAI ha presentado esta semana una herramienta potencialmente revolucionaria basada en la inteligencia artificial. Se llama Sora y es capaz de crear vídeos fotorrealistas de hasta un minuto de duración a partir de las descripciones que se le proporcionan. Es fascinante.
Sora, como el resto de productos que sacan partido de la inteligencia artificial, saca partido de un modelo de lenguaje de gran tamaño que ha sido entrenado en supercomputadores equipados con tarjetas gráficas profesionales que cuestan, literalmente, decenas de miles de euros cada una. La inmensa mayoría son de Nvidia.
Y es ahí donde quería llegar. Si echamos un vistazo a la evolución en bolsa de las grandes empresas tecnológicas a lo largo del último año, vemos cómo la que más se ha revalorizado es Nvidia. Con mucha diferencia. Más que Microsoft, más que Google, más que Facebook, más que nadie.
Los ingresos que está obteniendo por la venta de estas tarjetas gráficas son gigantescos, y no se atisba en el horizonte ningún fabricante de chips que pueda plantarle cara en este mercado tan específico y, a la vez, tan rentable. A día de hoy, sus productos son, sencillamente, mucho mejores que los de sus competidores.
La fiebre por la inteligencia artificial ha llegado a tal punto que las tarjetas gráficas para videojuegos, que han sido la base del modelo de negocio tradicional de Nvidia, han pasado a un segundo plano. Sencillamente, no generan tanto dinero como las específicas que diseña para trabajar con la IA.
La demanda es tan elevada que supera a la capacidad de producción del propio gigante estadounidense, hasta el punto de que las empresas interesadas en hacerse con las mismas deben esperar meses hasta recibirlas.
Esta fuente aparentemente inagotable de ingresos se está traduciendo en una subida sin freno de la capitalización bursátil de Nvidia. A principios de semana superó a Amazon en la tabla de las multinacionales más valiosas de la actualidad, y ahora ha hecho lo propio con Google.
Actualmente, es la cuarta compañía en bolsa del mundo. Por delante, sólo están Microsoft, que ocupa la primera posición, Apple, que es segunda, y Aramco, la petrolera saudí, que ostenta la tercera plaza. Detrás quedan ya Amazon, Google, Facebook, el holding de inversión Berkshire Hathaway, la farmacéutica Eli Lilly y la taiwanesa TSMC.
Microsoft y Apple parecen inalcanzables, pero teniendo en cuenta la trayectoria ascendente de Nvidia, en contraste con la mucho más estable de Aramco, no me sorprendería lo más mínimo que en los próximos meses la superase también y se colocase en tercer lugar.
Más allá de estos títulos honoríficos y, no nos engañemos, anecdóticos, el meteórico ascenso de Nvidia ejemplifica como ningún otro el cambio de paradigma absoluto que va a suponer la integración de la inteligencia artificial en nuestras vidas. Y es que, a estas alturas, pocos en la industria dudan de que se trata de la tecnología más revolucionaria que ha aparecido en el último cuarto de siglo.