Si hay una compañía que todos asociamos al sector de la telefonía móvil, ésta es sin lugar a dudas Nokia. A lo largo y ancho de la última década ha ocupado año tras año el primer puesto en ventas de terminales, superando con comodidad a sus más directos rivales, Motorola, Sony Ericsson, Samsung, RIM, Siemens o Sharp. Actualmente, el 36% de los móviles que se comercializan llevan su logotipo.
Lo que probablemente muchos desconozcáis es que la empresa finesa no siempre ha estado ligada a las nuevas tecnologías. De hecho, sólo se ha dedicado a las telecomunicaciones durante una pequeña fracción de su existencia. Fundada en 1865 por Fredrik Idestam cuando Finlandia todavía formaba parte del Imperio Ruso, fue originariamente una fábrica de pulpa de madera para la producción de papel.
No fue hasta principios de los ’80 cuando se introdujo en un nuevo mercado que por aquel entonces comenzaba a dar sus primeros pasos y que distaba mucho de parecerse a lo que es hoy en día. Me refiero, cómo no, a la telefonía móvil.
Lo hizo con el Mobira Senator, un armatoste de 9,8 Kg pensado para llevar integrado en los coches de aquella época que hacía gala de una pantalla monocromo y utilizaba tecnologia NMT 450, siglas de la ‘Nordic Mobile Telephone’, un estándar noruego de telecomunicaciones que una década después acabaría dando lugar al GSM.