El aspecto de la Xbox One despertó opiniones enfrentadas desde el mismo momento en que fue presentada. Hubo quienes elogiaron sus formas limpias y elegantes, muy en la línea de las interfaces de usuario de Windows 8.1 y Windows Phone 8, mientras que otros criticaron su generoso tamaño y su apariencia excesivamente convencional.
Suele ser habitual en este tipo de casos, pero de lo que no cabe la menor duda es de que la elección que tomó Microsoft no fue casual, sino fruto de un largo proceso de selección, como por otra parte es la norma en los diseños industriales de dispositivos destinados al consumo de masas.
Tanto es así que Carl Ledbetter, uno de los diseñadores de Microsoft que participó en la concepción de la consola, ha revelado que hicieron bocetos y, posteriormente, imprimieron en 3D más de 75 prototipos hasta que se decantaron por el producto final. Lo mismo sucedió con Kinect, para el que dibujaron hasta 100 variaciones distintas, o con el controlador, para el que crearon 200 modelos, antes de escoger el definitivo en un proceso que se alargó meses.
Durante el periodo de selección no sólo evaluaron el aspecto físico de las múltiples opciones que tenían sobre la mesa, sino también su funcionalidad, los costes de producción y el que mantuvieran una línea estética que siguiera las pautas marcadas por Microsoft en el resto de sus productos. Guste o no, no cabe duda de que los diseños finales de la Xbox One, Kinect y el mando inalámbrico no han sido fruto de la casualidad.