En los últimos años, cientos de millones de consumidores hemos sustituido nuestros viejos televisores de tubo por nuevos aparatos dotados de enormes pantallas y capaces de reproducir contenidos en HD… a pesar de que, bien mirado, se pueden contar con los dedos de una mano las cadenas o plataformas que emiten su programación en alta definición.
Los fabricantes de TV han hecho, qué duda cabe, un excelente trabajo vendiéndonos como imprescindible una tecnología que para muchas personas quizá no lo sea tanto. A día de hoy, me refiero. Pero la rueda debe seguir girando y las pantallas planas con resoluciones de 1.080p que hasta antes de ayer creíamos que eran lo máximo hoy han dejado de serlo en favor de la nueva niña mimada de la industria: las 3D.
El éxito arrollador de Avatar y de la mayoría de producciones en 3 dimensiones que se estrenan semana tras semana en las salas de cine ha supuesto el espaldarazo definitivo que esperaban Sony, Samsung, LG y compañía para lanzarse a la producción comercial de televisores equipados con esta tecnología.
La apuesta de los fabricantes es clara, pero la de los consumidores no lo es tanto. Así lo pone de manifiesto una encuesta realizada por Nielsen en la que se ha preguntado a los participantes de la misma si tienen previsto comprar un televisor 3D en los próximos 12 meses.
Las respuestas han sido agrupadas en 2 categorías: una para las personas que nunca han visto en funcionamiento un aparato en 3 dimensiones y otra para las que sí han tenido ocasión de probarlo, ya sea en casa de familiares o amigos o directamente en una tienda, y han arrojado unos resultados que llaman muy mucho la atención.
Y es que mientras en el primer grupo el 25% ha contestado que muy posiblemente comprará un televisor a lo largo del año que viene, en el caso del segundo el porcentaje ha bajado hasta un preocupante 12%. Es decir, una parte significativa de quienes han visto esta tecnología en acción han quedado decepcionados y han decidido posponer su adquisición hasta más adelante.
¿Los motivos esgrimidos? Os los podéis imaginar: el alto precio de los modelos actuales, la necesidad de utilizar gafas y la falta de contenidos de calidad en 3D en las plataformas televisivas. El primero de los inconvenientes se solucionará poco a poco a medida que se vendan más unidades y los costes de producción disminuyan, pero con el segundo y el tercero probablemente haga falta esperar varios años hasta que se solventen.
Así pues, y dadas las circunstancias, parece que los fabricantes deberán esforzarse lo suyo e invertir enormes cantidades en publicidad para conseguir que los potenciales consumidores poco a poco vayan obviando las limitaciones de las 3D que existen hoy en día y sustituyan sus LCD, plasma o LED recién comprados por estos nuevos modelos. No dudo que lo conseguirán.