El enorme éxito de ventas que están cosechando los tablets debido a su reducido tamaño, facilidad de uso, contenido precio, creciente potencia, gran versatilidad y gigantesco catálogo de aplicaciones disponibles se está cobrando una víctima tras otra. Los fabricantes de PC han sido los primeros en comprobar en sus carnes cómo millones de personas están dejando de lado los ordenadores convencionales, ya sean de sobremesa o portátiles, en favor de estos dispositivos, pero no están solos en la lista de ilustres agraviados.
Tal y como han puesto de manifiesto los últimos informes presentados por las compañías de análisis de mercados IDC e IHS Suppli, los e-readers están sufriendo también el devastador éxito de los tablets. En sólo un par de años han pasado de ser unos gadgets que presentaban crecimientos anuales de dos dígitos a verse arrinconados en las preferencias de los consumidores.
Esta semana, sin ir más lejos, IHS ha publicado un informe en el que sostiene que en el 2012 los e-readers han experimentado un severísimo descenso del 36% en las ventas en relación a las obtenidas en el 2011. Por si eso fuera poco, para el año que viene prevén una contracción adicional del 27%. En similares términos se pronunció hace unos días IDC, cuando comunicó que según los datos que obran en su poder las ventas de e-readers han bajado un 28% en lo que llevamos de ejercicio.
Tanto una como otra empresa apuntan a los tablets como culpables de este derrumbe: su gran polivalencia está provocando que millones de usuarios que en otras condiciones se hubiesen decantado por un e-reader opten por adquirir un iPad, un Kindle Fire, un Nexus 7/10, un Surface o un Galaxy Tab en su lugar.
Las pantallas de estos últimos, independientemente de su tamaño o resolución, no son ideales para la lectura de libros, a diferencia de lo que sucede con las que incorporan dispositivos como el Kindle Paperwhite, que se leen como si fueran hojas de papel, sin reflejos, incluso a plena luz del sol.
Pero la gran polivalencia de los tablets, el hecho de que permitan realizar tareas tan diversas como navegar por Internet, ver películas, consultar el correo, leer libros, revistas y cómics, jugar a todo tipo de videojuegos o acceder a un catálogo inmenso de aplicaciones ha decantado claramente la balanza en su favor.
Los datos no hacen sino reafirmar que los e-readers se van a convertir, de no mediar un cambio drástico en la tecnología que equipan, en un producto de nicho destinado a lectores habituales que prefieren tener en sus manos un producto específico que ofrezca las mejores prestaciones posibles. Para el resto de la población, los tablets van a ser, cada vez más, la opción preferente.