Desde que las redes P2P aparecieron a finales de los años ’90 y sentaron las bases para la irrupción de programas como Napster, Kazaa, AudioGalaxy, eDonkey, uTorrent, Vuze o Transmission, la industria del entretenimiento ha intentado sin éxito evitar que millones de personas descarguen películas, series o canciones gratuitamente o vean transmisiones deportivas a través de servicios de streaming.
De poco han servido las incontables demandas que han presentado contra los desarrolladores de algunos de estos programas o contra las webs que indexan y permiten buscar ficheros piratas como The Pirate Bay, EZTV, RARBG, KickassTorrents o YIFY. Muy a su pesar, la gente sigue pirateando sus contenidos y nada hace indicar que la mayoría vayan a dejar de hacerlo a corto o medio plazo.
De hecho, un estudio que se ha presentado recientemente incide en que los anuncios anti-piratería, lejos de convencer a quienes los ven de que deben dejar de bajarse archivos ilícitamente, provocan precisamente lo contrario. Esto es, que pirateen aún más contenidos, ya sea descargándoselos o visionándolos mediante plataformas de streaming.
De acuerdo a este informe (y a la lógica más elemental, si se me permite), los anuncios son especialmente perniciosos para la industria cuando sus protagonistas son estrellas del cine o de la música que se quejan de que la piratería es un robo. Para sorpresa de nadie, quienes los ven suelen sentirse ofendidos de que famosos que viven rodeados de lujos acusen a ciudadanos con sueldos mucho más bajos de ladrones por bajarse canciones o capítulos de sus serie favoritas.
Tampoco ayuda que emitan campañas ridículas como las que se hicieron tristemente famosas unos años atrás en las que se equiparaban las descargas de contenidos con el robo de coches o televisores. La falta de argumentos y la escasa capacidad para exponerlos acaban provocando que este tipo de anuncios, en lugar de poner freno a la piratería, la hagan más popular entre el gran público.