Esta imagen compuesta ejemplifica como pocas la evolución gigantesca que se ha producido en el sector de los videojuegos en el transcurso de los últimos 18 años. En la mitad izquierda se aprecia el aspecto que tenía la cara de Lara Croft en el primer videojuego de Tomb Raider, aparecido en 1996; en la parte derecha, el rostro del mismo personaje en la última entrega de esta saga, que se puso a la venta el año pasado.
Las mejoras son evidentes. La Lara Croft de mediados de los ’90 tenía un aspecto poligonal, unos rasgos poco definidos y su figura estaba realizada con una paleta de colores muy limitada; en cambio, el semblante de la actual parece el de una persona de carne y hueso. Dado el ritmo de mejora gráfica que experimentan los videojuegos año tras años, resulta difícil de imaginar lo que las desarrolladoras podrán conseguir en una década.