Como he explicado en múltiples ocasiones a lo largo de los últimos meses, el precio de los módulos de memoria NAND y, consecuentemente, de las unidades SSD que los equipan, lleva casi un año bajando debido a una caída generalizada en el consumo que está afectando especialmente a los bienes no considerados de primera necesidad.
Las previsiones indican que a partir de finales de año aflorarán los primeros brotes verdes, las ventas mejorarán y el sector empezará a divisar la salida a una crisis que va a dejar detrás pérdidas multimillonarias en una industria que recientemente había transitado por una época dorada en la que vendía literalmente todo lo que fabricaba.
De acuerdo a un estudio que se ha presentado esta semana, los ingresos procedentes de las ventas de unidades SSD van crecer de manera constante durante el próximo quinquenio a un ritmo medio del 15% anual. Se espera que su integración en todo tipo de dispositivos electrónicos favorezca su expansión y haga que en 2028 alcancen los 61.400 millones de euros.
El año pasado se vendieron unos 352 millones de SSD por un valor conjunto de 26.500 millones de euros. De éstas, 55 millones fueron a parar al mercado empresarial y el resto a manos de consumidores individuales. Está previsto que en los próximos cinco años las ventas crezcan especialmente entre las empresas, que irán sustituyendo sus discos duros tradicionales por unidades SSD, que ofrecen un rendimiento netamente superior y cuyos precios son cada vez más competitivos.
Las grandes favorecidas de este repunte serán Samsung, Western Digital, Micron, Kioxia, Solidigm y SK Hynix, que controlan el 82% del mercado. En cambio, las ventas combinadas de otros fabricantes como Kingston, Seagate y Adata apenas si llegan al 18%.