La única persona que ha atravesado con vida una nube de tormenta cumulonimbus

En el verano de 1959, William Rankin, un piloto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, se encontraba realizando un vuelo entre la base aérea South Weymouth, situada en el estado de Massachussetts, y Beaufort, en Carolina del Sur, a bordo de un caza Vought F-8 Crusader, cuando tras ascender a 14.326 metros de altitud y alcanzar una velocidad Mach 0.82 escuchó una fuerte sacudida y un estruendo procedente del motor.

Acto seguido, éste se paró y el indicador de advertencia de fuego de su cabina empezó a parpadear. Rápidamente tiró de la palanca para activar el propulsor auxiliar pero ésta se rompió en su mano. Ante la gravedad del problema, y aunque no llevaba un traje presurizado, a las 18:00 horas no le quedó más remedio que eyectar del avión con una temperatura ambiente de -50 ºC.

En cuanto abandonó la protección que le ofrecía la cabina, sufrió congelaciones inmediatas y la descompresión causó que sus ojos, orejas, nariz y boca empezaran a sangrar. Su abdomen también se hinchó significativamente, pero aun así consiguió colocarse la mascarilla de oxígeno que llevaba encima.

A su desesperada situación se unió el agravante de que el paracaídas se negaba a desplegarse. No lo hizo hasta pasados cinco minutos, cuando se hallaba en las regiones más elevadas de un cumulonimbus de gran desarrollo vertical que estaba descargando una tormenta kilómetros más abajo y en el que, para su desgracia, se había adentrado.

Durante los siguientes diez minutos se vio lanzado en incontables ocasiones de un lado a otro y a toda velocidad por las corrientes de aire y fue golpeado repetidamente por el granizo, lo que unido a los giros constantes le provocaron fuertes vómitos.

Instantes después empezó a oír truenos y a ver aparecer rayos, a los que describió como cuchillas de varios pies de grosor. Uno de ellos iluminó el paracaídas. Tal era el estado de desorientación en el que se encontraba que llegó a creer que había muerto.

A medida que descendía, la lluvia le obligó a contener la respiración para no ahogarse, pero poco a poco las condiciones se fueron calmando y finalmente consiguió tomar tierra en un bosque. Su reloj marcaba las 18:40 de la tarde. Habían transcurrido 40 minutos desde que había saltado de su caza.

Tras desembarazarse del paracaídas, buscó ayuda y finalmente consiguió que lo llevaran a un hospital de Ahoskie, en Carolina del Norte, al que llegó con su cuerpo lleno de hematomas, congelaciones y una descompresión severa. Lesiones importantes de las que acabó resarciéndose para pasar a la historia como el primer y único ser humano que ha atravesado una nube de tormenta cumulonimbus y ha sobrevivido para contarlo.

FOTOGRAFÍA: ARUN KULSHRESHTHA

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