La tensión superficial del agua permite a insectos como el zapatero o las avispas reposar sobre la superficie de ríos o charcas sin hundirse. Ello es debido a que las fuerzas cohesivas entre las moléculas del líquido elemento ejercen una fuerza mayor que la que empuja a estos pequeños animales hacia abajo como consecuencia de la gravedad.
Para mantenerse a flote no se apoyan sobre un único punto sino que distribuyen su minúsculo peso entre sus largas extremidades de manera similar a como lo hace una persona cuando va a la montaña y se pone unas raquetas de nieve.
En las zonas en que sus patas entran en contacto con el agua se genera una pequeña curvatura en la superficie de la misma que provoca que cuando la luz pasa de un medio a otro no se refracte en una sola dirección como sería lo normal sino en distintas dando lugar a la sombra redondeada que se ve en el fondo.