Hay políticos que trabajan para mejorar la vida de la gente. Yo no los he conocido, lo reconozco, pero aún así quiero pensar que existen. Eso sí, de lo que no tengo ni la más mínima duda es de que la mayoría están en esto porque no valen para nada más, porque de no dedicarse a la labor pública estarían en un Telepizza.
Viven muy bien, el 99% cobra unos sueldos que ni en sueños verían si se buscasen la vida por su cuenta y, oye, si las cosas van mal dadas siempre pueden asignar a un familiar algún contrato público o robar recalificar alguna parcelita sin importancia a un constructor amiguete a cambio de una pequeña prima sin importancia, que no están los tiempos como para ir cerrándose puertas.
Aún así, a veces prefiero que medren o que ganduleen antes de que intenten salvar al mundo de sus males, porque cuando se visten de mesías la suelen pifiar. Un buen ejemplo de ello son los miembros de la Comisión Europea de Cultura, que la semana pasada aprobaron una resolución en la que solicitan que se implante un marco regulador que inste a los millones de personas que disponemos de un blog a que hagamos públicos de manera voluntaria nuestros datos personales y nuestros intereses políticos y sociales.
No, no estáis soñando: quieren que les proporcionemos información confidencial y que renunciemos al anonimato que nos brinda Internet porque… bueno, porque sí. Porque ellos lo dicen. Y punto.
Para que os hagáis una idea del nivelazo que se gasta esta gente, basta con señalar que una eurodiputada llamada María Badía (supongo que la conocerán en su casa a la hora de comer) ha manifestado, a raíz de esta decisión, que en Internet hay «un exceso de información» y «no existe la seguridad de que ésta sea cierta». ¡Nos ha jodido la señora!
Pero es que Internet, señora Badía, se ha convertido en lo que es hoy en día gracias a la libertad que impera, gracias al descontrol controlado, gracias a que cualquiera puede participar y engrandecer la Red aportando sus puntos de vista, sus inquietudes, sus gustos, sus fobias, sus conocimientos, sus manías. Lo que quiera. Sí, cada vez hay más y más información disponible, pero ésta jamás será excesiva.
Y en cuanto a la veracidad de los datos que se publican… ¿son acaso los periodistas «con carné» un ejemplo de objetividad? ¿Hay de hecho, políticos a parte, una profesión que sea peor valorada por la ciudadanía que el periodismo? Y que conste que hay excelentes profesionales, pero también muchos sinvergüenzas, muchos mentirosos compulsivos y algún que otro fascista de las ondas que aprovechan sus púlpitos para forrarse, aunque ello sea a costa de enardecer a sus lectores y oyentes sacando lo peor de cada uno.
En fin… la iniciativa parlamentaria será debatida en septiembre. Espero que la cordura, por una vez, impere y los políticos de marras no la vuelvan a cagar. Aunque con esta gente, a saber.