Cualquiera que se haya paseado esta semana por Barcelona a primera hora de la mañana o al llegar la tarde habrá podido comprobar cómo sus calles han sido tomadas por una multitud de directivos encorbatados equipados con smartphones y tablets de última generación que han venido desde todos los rincones del mundo para asistir al Mobile World Congress que se ha celebrado estos días en la ciudad condal.
Los grandes beneficiados de este desembarco masivo de profesionales con un alto poder adquisitivo han sido los hoteles y restaurantes de lujo tanto de la capital catalana como de las localidades limítrofes, que han presentado una ocupación cercana al 100% a pesar de que han aumentado considerablemente los precios de sus habitaciones respecto a los que habitualmente tienen durante esta época del año. Han hecho el agosto en pleno mes de febrero.
En plena crisis y con un paro que según los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) presentada por el gobierno afecta ya a 4.980.778 personas, la presencia de miles de profesionales ligados al sector de las nuevas tecnologías que pueden permitirse el lujo (ellos o sus empresas) de gastar cientos de euros diarios en hoteles de 5 estrellas ó 100 euros por cenar en locales con estrellas Michelín ha supuesto una bocanada de aire fresco para la industria turística local.
A nadie escapa que la mala situación económica que padecen millones de personas está afectando las cuentas de resultados del sector hostelero y de la restauración tradicional. Pero no es el único motivo. La universalización de Internet ha traído consigo la aparición de servicios innovadores con los que es posible encontrar alojamientos de calidad a precios muy económicos en prácticamente cualquier rincón del mundo.
Empresas como Wimdu, por ejemplo, ofrecen alojamientos privados en más de 100 países y brindan la oportunidad a sus clientes de hacer turismo de un modo diferente, en el que la relación con los propietarios de las viviendas en las que se alojan adopta un papel muy relevante y les permite descubrir rincones y parajes de las ciudades que se visitan que normalmente permanecen al margen de las tradicionales rutas turísticas.
La popularización de los tablets y los teléfonos inteligentes que permanecen conectados en todo momento a Internet y las ganas de viajar y descubrir paisajes y culturas nuevas que tienen (tenemos) millones de personas en todo el mundo no van a hacer sino favorecer aun más si cabe la aparición y consolidación de este tipo de compañías. Una cosa está clara: los hoteles que quieran sobrevivir y continuar llenando sus habitaciones en los años venideros van a tener que adaptar sus modelos de negocio a los cambios que Internet ha traído consigo.