En unas horas Microsoft va a echar el cierre de manera definitiva a Internet Explorer. Y es que el soporte completo que hasta ahora ha brindado para este navegador acaba oficialmente mañana 15 de junio. Así pues, ya no habrá nuevas versiones, ni se añadirán nuevas características, ni habrá actualizaciones de seguridad.
Es el fin de un programa que apareció en 1995 coincidiendo con la llegada de Windows 95 y que durante casi dos décadas fue el navegador más utilizado a nivel mundial. Su pico de popularidad se produjo en el 2003, cuando llegó a acumular una cuota de mercado del 95%. Por aquel entonces su dominio era absoluto y las alternativas casi inexistentes.
Mucho han cambiado las cosas desde entonces. En la actualidad se estima que sólo el 0,38% de las personas que se conectan a la Red hacen uso del mismo. El navegador que durante años fue sinónimo de Internet para millones de usuarios en todo el mundo es hoy en día una nota a pie de página.
La aparición de opciones más avanzadas como Firefox en 2004 y, sobre todo, de Google Chrome, en 2008 y la incapacidad de Microsoft para desarrollar una versión de Internet Explorer que funcionase en Android y iOS precipitaron su descenso a los infiernos.
Tal ha sido la caída en desgracia de Internet Explorer que Microsoft ha hecho todo lo posible para alejarse del mismo, consciente de la mala imagen que tiene por su pobre rendimiento, problemas de seguridad y nula adherencia a los estándares web. Buena muestra de ello es que hace unos años la compañía estadounidense lanzó Edge y rápidamente lo convirtió en el navegador por defecto de Windows en detrimento de IE.
Desde mañana Microsoft ya no se verá obligada a hacer más juegos malabares para que no se la asocie con Internet Explorer. La desaparición de este programa marca el fin de una era. Pocos lo echarán de menos.