Intel ha informado a los fabricantes de ordenadores que a partir de otoño incrementará el precio de sus procesadores entre un 10% y un 20%. La compañía argumenta que tal decisión es consecuencia del aumento del coste de los materiales que utiliza en la elaboración de sus chips, así como de la escalada de la inflación.
Se da por descontado que los fabricantes trasladarán este sobrecoste a los consumidores, lo que se traducirá en un aumento del precio de los equipos informáticos. Esta decisión llega en el peor momento posible para un sector que esta experimentando un descenso global en las ventas como no se vivía desde hacía una década.
Durante lo peor de la pandemia, las compras de ordenadores crecieron de manera dramática, como también lo hicieron las de otros dispositivos de entretenimiento como consolas o televisores, hasta el punto que los fabricantes se encontraron con que no podían producir suficientes unidades como para satisfacer la enorme demanda que había.
Pero ese periodo de bonanza hace tiempo que llegó a su fin. Y lo hizo de manera abrupta. El panorama que vivimos actualmente es muy diferente al de hace un año y esta subida de precios no va a hacer sino empeorar una situación que amenaza con enquistarse en el tiempo.