En los cuarteles generales de Intel se están viviendo unos últimos días de pesadilla. Todo empezó la semana pasada, cuando presentaron su balance económico del último trimestre, en el que la multinacional estadounidense ha registrado unas pérdidas de 454 millones de dólares debido al bajón en las ventas globales de ordenadores.
Los resultados fueron mucho peores de lo que esperaban los analistas, lo que llevó a que sus acciones cayeran más de un 10% y a que, por primera vez, AMD superase a Intel en capitalización bursátil. Un hecho que sólo unos años atrás hubiera parecido imposible.
Por si eso fuera poco, ayer se filtró que su nueva generación de procesadores, conocidos con el nombre de Meteor Lake, no se pondrían a la venta en 2023 tal y como estaba previsto y su llegada se retrasaría hasta 2024, lo que de ser cierto supondría un varapalo muy importante para Intel, que tendría que hacer frente a AMD durante todo un año sin sus chips estrella.
Precisamente por las repercusiones negativas que este hecho podría tener para la línea de flotación de la compañía, Intel ha desmentido rápidamente la veracidad de esa información y ha remarcado que Meteor Lake no sufre ninguna demora, de manera que los consumidores podrán comprar ordenadores con estas CPU el año que viene.
Meteor Lake está llamado a ser uno de los productos más importantes que Intel ha desarrollado en años. No sólo será el procesador que estrene la micro-arquitectura Intel 4, sino que también será el primero en incorporar la tecnología de litografía ultravioleta extrema en su proceso de fabricación.
Se espera que los chips supongan un salto importante no sólo en rendimiento multinúcleo sino también en consumo respecto a sus predecesores. Este último punto es especialmente importante para Intel, que no ha conseguido hasta la fecha poner en el mercado procesadores tan eficientes como los de AMD o Apple.