El siguiente vídeo muestra lo que sucede cuando un ingeniero (o cualquier «manitas» que tenga habilidad para montar este tipo de artilugios) le construye un lanzador de pelotas a su perro y le enseña cómo debe accionarlo para poder jugar sin la presencia de su dueño. A tenor de las imágenes, es evidente que el can se lo pasa en grande: