BitTorrent, eMule, Ares y el resto de programas P2P basados en estas y otras tecnologías están en el punto de mira de las operadoras de telecomunicaciones, que no ven con buenos ojos que nos bajemos películas, música, videojuegos o programas sin tener que abonar un sobrecargo adicional a la tarifa que ya pagamos por disponer de una conexión a Internet.
Hace un par de años Ono, tras las reiteradas quejas de sus abonados, admitió haber introducido un sistema de priorización que limitaba la velocidad de transferencia que se podía alcanzar con los programas P2P para evitar así la saturación de su red.
Idéntico planteamiento es el que ha seguido el ISP canadiense Bell Sympatico, que también ha reconocido que restringe el tráfico de las redes de pares en horas punta, aunque en su caso lo hace de una manera nada convencional: restringiendo la velocidad de descarga de los clientes que utilizan continuamente BitTorrent, Gnutella, Limewire y/o Kazaa.
En ambos casos nos encontramos con respuestas erróneas a problemas similares. En lugar de mejorar la calidad y capacidad de sus redes para que puedan absorber sin pestañear el aumento general del ancho de banda consumido por sus usuarios, una y otra empresa han optado por limitar el tráfico procedente de los programas P2P.
¿Es eso legal? Aun admitiendo mi absoluto desconocimiento a nivel legal, lo dudo. Si yo pago una tarifa por una conexión X, quiero sacarle el mayor partido posible de la manera que considere oportuna, ya sea bajándome programas, ISOs de GNU/Linux, canciones o películas o visionando vídeos mediante streaming como un loco.
Si determinadas operadoras no están dispuestas a permitir que utilicemos sus conexiones a nuestro antojo, que lo expliciten claramente en los contratos que firmamos antes de darnos de alta con ellas, pero que no capen a hurtadillas el tráfico generado por las redes de pares y sólo lo reconozcan tras las protestas generalizadas de los internatuas, hartos de comprobar como su experiencia de navegación dista mucho de ser la deseada.