El 17 de marzo de 1958 se lanzó desde Cabo Cañaveral el Vanguard 1, un pequeño satélite artificial de aluminio con forma de esfera y un diámetro de sólo 16,5 centímetros. El artilugio fue equipado con seis antenas de 30 centímetros y dos transmisores que debían servir para enviar a las estaciones de la NASA las mediciones que tomase con el contador Geiger, el detector de micrometeoritos y el magnetómetro que incorporaba.
El Vanguard 1 fue diseñado en los albores de la carrera espacial que emprendieron Estados Unidos y Rusia a finales de los años ’50 en pos de la supremacía del espacio. Una pugna tecnológica, militar y política a la que se destinaron descomunales inversiones y que tuvo su punto culminante en la misión Apolo 11 que llevó a Neil Armstrong y Buzz Aldrin a posar sus pies sobre la Luna.
Fruto de esta competencia, y tras su lanzamiento, el Vanguard 1 se convirtió en el cuarto satélite en ponerse en órbita tras los rusos Sputnik 1 y Sputnik 2 y el estadounidense Explorer 1. Fue, eso sí, el primero en incluir unas pequeñas células solares para abastecerse de energía en el espacio.
Pero si hay algo que lo ha convertido en único no ha sido su tamaño, ni su equipamiento, sino su enorme longevidad. Y es que, aunque la última comunicación que los técnicos de la NASA establecieron con el Vanguard 1 fue en 1964, este dispositivo sigue orbitando la Tierra a una altitud que varía entre los 3.928 kilómetros en su apogeo y los 652 kilómetros en su perigeo.
Tras 55 años de órbita elíptica, se estima que ha realizado más de 200.000 vueltas alrededor de nuestro planeta y ha recorrido el equivalente a 10.000 millones de kilómetros, sólo superado en este apartado por las sondas Pioneer y Voyager. Y muchos más que recorrerá, ya que de acuerdo a los cálculos que manejan en la NASA, seguirá en funcionamiento otros casi 200 años. Quién sabe qué logros habrá conseguido la especie humana para entonces…