Hacía meses que los maqueros, y los aficionados a las nuevas tecnologías en general, esperábamos fervientemente la llegada del tablet de Apple. Se había escrito tanto acerca de sus innovadoras funcionalidades, del abanico de posibilidades que ofrecería a los usuarios finales, de las oportunidades de negocio que brindaría a las editoriales, del cambio de paradigma en relación al consumo de la información digital que supondría, que la keynote de ayer en la que Steve Jobs presentó al iPad supo a poco. A muy poco.
El diseño, aunque elegante, lo asemeja a un iPhone/iPod Touch grande; no es multitarea (es decir, si por ejemplo navegas por Internet no puedes escuchar música al mismo tiempo); no dispone de cámara; el tipo de pantalla, que por cierto no es panorámica, lo descarta directamente como ebook; no soporta flash; no cuenta con puertos USB; tampoco tiene una salida HDMI; el modelo más avanzado sólo tiene 64 GB de almacenamiento; no se pueden cambiar las baterías, etc.
Las críticas no se han hecho esperar: la inmensa mayoría de blogs y publicaciones tecnológicas se han cebado con el iPad. Engadget, Gizmodo, CNet News, Ars Technica o CrunchGear, por poner sólo unos cuantos ejemplos, han escrito artículos demoledores.
No es un mal aparato. Ni mucho menos. Pero no es lo que se esperaba. Quizá es que las expectativas eran demasiado altas. Irrealizables incluso. Supongo que es el peaje que debe pagar una compañía que en la última década ha sacado dispositivos revolucionarios como el iPod o el iPhone, ha puesto patas arriba la industria musical con iTunes y ha creado la AppStore.
Algunos usuarios ya han comenzado a mostrar su frustración con el iPad creando imágenes en las que no sale muy bien parado que se diga. Ésta es una de ellas:
Una imagen que, por cierto, es muy parecida a esta otra que apareció años atrás con el iPhone como protagonista: