El órdago que el operador de telecomunicaciones francés Free lanzó el viernes pasado al anunciar por sorpresa que en la última actualización del módem ADSL que ofrece a sus clientes había incluido un programa que bloqueaba la publicidad de los sitios que visitaban ha llegado a su fin antes de lo esperado.
El propio gobierno galo ha entrado en escena y, a través de la ministra Fleur Pellerin, ha ordenado que se retire inmediatamente la aplicación puesto que considera que ninguna compañía se puede otorgar el derecho de modificar los contenidos que se ofrecen en Internet en nombre de sus usuarios.
Aunque una parte de los 5,2 millones de abonados de Free, como también del resto de operadoras de telecomunicaciones, utilizan extensiones para sus respectivos navegadores como AdBlock Plus que eliminan los banners de las webs a las que entran, Pellerin ha ahondado en la cuestión y ha explicado que eso no es óbice para que un proveedor de acceso a Internet implemente de manera unilateral un bloqueo de tal magnitud.
Era de esperar que tanto Google como el resto de plataformas publicitarias, diarios y webs en general que tienen en los anuncios online su principal fuente de ingresos no se estuvieran de brazos cruzados ante el ataque en toda regla contra su línea de flotación que efectuó Free y así ha sido.
A la luz de los acontecimientos, parece evidente que las quejas públicas, seguidas probablemente de presiones privadas, que los grandes grupos editoriales y las empresas de publicidad han efectuado en los últimos días han logrado la reacción esperada y toda una ministra ha intercedido en favor de sus intereses con inusitada prontitud. Todo un aviso para navegantes.