La reforma de la Ley de la Propiedad Intelectual es ya una realidad. Los diputados que han tenido a bien trabajar esta mañana y se han personado en el Congreso a tal efecto han votado las enmiendas que se aprobaron el mes pasado en el Senado, dando luz verde a la nueva LPI.
Gracias a nuestros amables políticos, siempres sensibles a las necesidades de sus votantes, el canon ha quedado consagrado y a partir de ahora se extiende a cualquier dispositivo electrónico que pudiera llegar a ser utilizado para copiar información o archivos sujetos a derechos de autor. O sea: CDs, DVDs, reproductores, impresoras, escáners, teléfonos móviles, lápices de memoria, etc, etc, etc.
Ni que decir tiene que todos los productos por los que hasta ahora no pagábamos canon pero que se encuentran incluidos en esta extensísima lista de afectados aumentarán de precio. En algunos casos mucho.
En este sentido, las sociedades de autor han utilizado el demagógico argumento de que el canon debería ir a cuenta de las empresas del sector de la electrónica de consumo y que en ningún caso tendríamos que pagarlo los usuarios finales. Vaya, que según la particularísima visión de estas entidades, todas las compañías afectadas deberían actuar cual ONG y perder dinero a cambio de ver cómo los artistas y pseudoartistas españoles recaudan más y más dinero para la -su- causa.
Y es que, que nadie lo olvide, la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), organización que agrupa a la mayor parte de los «monstruos de la canción» de este santo país, ha batido este año su récord de ingresos, llegando hasta la mareante cifra de 318,8 millones de euros. Así pues, la próxima vez que vayáis a comprar un móvil y os encontréis con que ha aumentado de precio, regocijaos pensando que una parte de lo que paguéis estará yendo a parar a sus afables manos.