El retrato que la industria del cine ha hecho de los tiburones blancos, unido a su enorme tamaño y aspecto aterrador, ha conferido a estos animales una reputación de asesinos temibles y despiadados que ha perdurado en el tiempo y ha llevado a que gran parte de la población asuma que se trata de los mayores depredadores marinos que existe.
Una conclusión, esta última, que dista mucho de ser verdad. Y es que el título de superdepredador por excelencia de los océanos, aquel que se encuentra en el puesto más alto de la cadena trófica y no tiene ningún enemigo natural en su ecosistema, pertenece a las orcas.
Los machos adultos suelen medir entre seis y ocho metros de longitud y pesan más de seis toneladas, mientras que las hembras miden entre cinco y siete metros y alcanzan las cuatro toneladas. Sus grandes dimensiones, junto a su inteligencia y al hecho de que normalmente viven y cazan en grupo hace de estos animales los mayores depredadores que pueblan los océanos.
Desde hace décadas se han documentado episodios de orcas atacando y matando a cetáceos como las ballenas azules, las ballenas grises, las ballenas jorobadas o los cachalotes, y a grandes depredadores como los tiburones blancos, los tiburones martillo, las tintoreras, los marrajos o las focas leopardo. También se ha confirmado que, en ocasiones, otras especies gigantescas como los tiburones ballena o los tiburones peregrino acaban formando parte de su dieta.
Lo que nunca se había dado es una situación similar a la que se está viviendo en los últimos años en Gansbaai, un pueblo pesquero situado en la Provincia del Cabo Occidental, en Sudáfrica. En las aguas de este pequeño municipio hacen acto de presencia todos los años un gran número de tiburones blancos para alimentarse de las colonias de lobos marinos que cada temporada se congregan en sus costas para criar.
Pero últimamente, dos invitados inesperados han acudido a Gansbaai en busca de comida y su llegada está causando estragos en la población local de tiburones blancos. Se trata de una pareja de orcas llamadas Port y Starboard, que desde 2017 han convertido estas aguas en su coto de caza particular.
En su dieta tienen cabida lobos marinos, pingüinos y, por supuesto, tiburones blancos. Tanto es así que, en los últimos cinco años hasta ocho cadáveres de esta especie de escualos han acabado varados en las costas de esta población con signos evidentes de haber sido atacados por orcas. A siete de ellos les faltaban los hígados y a algunos también los corazones.
Los científicos marinos que estudian estos ataques asumen que las orcas han matado con toda probabilidad a más tiburones blancos, aunque no es posible determinar el número ya que sus cadáveres no han acabado en las playas de Gansbaai. Tal está siendo el proceso de depredación que están padeciendo estos escualos que los dispositivos de seguimiento que llevan algunos de ellos muestran que han abandonado estas aguas huyendo de las orcas y en busca de zonas más tranquilas en las que alimentarse.
Su ausencia está teniendo consecuencias inmediatas en el ecosistema marino de la región. El tiburón cobrizo, que normalmente es presa del tiburón blanco, ha comenzado a visitar este territorio después de no hacerlo en mucho tiempo. Aunque las orcas también los cazan, al haber sólo dos permite que la mayoría de ejemplares puedan alimentarse plácidamente sin la presencia de decenas de tiburones blancos acechándolos como sucedía hasta ahora.
Otra especie que se ha visto muy favorecida por la presencia de las orcas es el lobo marino, cuyos miembros se pueden zambullir en unas aguas que ya no están atestadas de tiburones blancos. La abundancia de estos animales, empero, está perjudicando a la colonia de pingüinos de El Cabo, que son víctimas habituales de los lobos marinos.
Los autores del estudio creen que la súbita presencia de estas dos orcas en un territorio que nunca habían frecuentado se debe probablemente a una disminución del número de presas en sus zonas de caza habituales.
Así mismo, se muestran preocupados por las consecuencias que su aparición tenga en las poblaciones locales de tiburones blancos, una especie que no hay que olvidar que está catalogada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) debido a su lento ritmo de crecimiento y a la caza indiscriminada que sufre por parte de las flotas pesqueras de algunos países.