Un equipo de científicos australianos y estadounidenses ha descubierto trazas de una bacteria que podría haber existido hace 3.490 millones de años, apenas 1.000 millones de años después de que se formara la Tierra. Sería, si se confirma su existencia, el ser vivo más antiguo que haya encontrado nunca el ser humano sobre la faz de nuestro planeta.
A diferencia de lo que sucede con los fósiles de animales de mayor tamaño tales como, por ejemplo, los dinosaurios, no se han localizado restos de partes de estos organismos, sino minúsculas texturas sobre superficies de arenisca que se considera que fueron esculpidas por acumulaciones de dichas bacterias al atrapar granos de arena en su interior.
El hallazgo, que ha sido presentado ante la Sociedad Geológica de América, se ha realizado en la región australiana de Pilbara, en un enclave que miles de millones de años atrás fue una costa y en el que la lenta pero constante acumulación de sedimentos ha ido formando rocas que ahora están al alcance de los investigadores y les permiten estudiar cómo fue la vida en el Eón Arcaico, la segunda división geológica del Precámbrico que finalizó hace 2.500 millones de años.
Aunque existen rocas más antiguas en la Tierra, estas son las que en opinión de la biogeóloga Maud Walsh, de la Universidad Estatal de Luisiana, se encuentran mejor preservadas. De ahí que el año pasado otro grupo de investigadores descubriese, también en Pilbara, unos fósiles microscópicos con una antigüedad de aproximadamente 3.400 millones de años.