A mediados del 2008 IBM concluyó el proceso de diseño y ensamblaje de Roadrunner, un supercomputador impulsado por 122.400 chips con la capacidad de realizar hasta 1.026 billones de operaciones por segundo. Una cifra asombrosa por aquel entonces que convirtió a esta máquina instalada en el Laboratorio Nacional de Los Álamos no sólo en la más rápida del mundo sino también en la primera que superó la barrera del petaFLOP.
Un récord que ostentó durante más de un año hasta que a finales del 2009 entró en funcionamiento en el Laboratorio Nacional Oak Ridge el supercomputador Jaguar, obra de la empresa Cray Inc, que con sus 2,33 petaFLOPS relegó a Roadrunner a la segunda plaza.
Mucho ha llovido desde aquellos días. Tanto que un prodigio de la ingeniería que hace 3 años y medio maravillaba a propios y extraños y era considerado el modelo con el que el resto de supercomputadores debían ser comparados ha sido desconectado en las últimas horas pues se lo considera obsoleto.
Y es que los responsables del Laboratorio Nacional de los Álamos sostienen que el consumo eléctrico de Roadrunner, una máquina que no está de más recordar que costó la nada despreciable cifra de 120 millones de dólares, es excesivo para los tiempos que corren y se sitúa muy por encima de otros dispositivos que a día de hoy superan claramente sus prestaciones.
Traducido en números: Roadrunner consume 2.345 KW, mientras que supercomputadores como Blue Joule, instalado en el Laboratorio Daresbury de Cheshire, o Fermi, en Bolonia, ofrecen rendimientos netamente superiores precisando de «sólo» 575 KW y 822 KW respectivamente. Estamos pues ante un caso de libro que pone de manifiesto la asombrosa velocidad a la que se suceden los avances tecnológicos y el ritmo al que dispositivos no hace mucho punteros pasan a ser incapaces de competir con otros más modernos, rápidos y eficientes energéticamente.