Su aspecto corpulento, similar al de los rinocerontes actuales, adornado con tres grandes cuernos y un collar óseo que sobresalía por detrás de su cabeza han hecho del triceratops uno de los dinosaurios más fácilmente reconocibles por el gran público. La especie apareció a finales del periodo Cretácico, en el Maastrichtiano, hace aproximadamente 68 millones de años, y pobló la Tierra durante 3 millones de años más hasta que la extinción masiva del Cretácico-Terciario, causada probablemente por el impacto de un gran asteroide, provocó su extinción.
Sus 3 metros de altura, entre 8 y 9 metros de longitud y hasta 12 toneladas de peso dotaban a este hervíboro de una apariencia imponente que, para su desgracia, no evitaba que en ocasiones fuera devorado por depredadores gigantescos como el Tiranosaurio Rex, tal y como evidencian múltiples restos fósiles que han sido hallados a lo largo del último siglo.
Sobre lo que existen muchas dudas, en cambio, es acerca de cómo se las ingeniaban los T. Rex para comerse a estos acorazados andantes y del método que utilizaban para acceder a las partes más ricas en nutrientes situadas bajo el formidable collar óseo de estos animales.
Al respecto, un equipo de paleontólogos del Museo de las Rocosas encabezado por Denver Fowler ha presentado en la reunión anual que la Sociedad de Paleontología de Vertebrados celebra en Raleigh (Carolina del Norte) un informe en el que exponen las conclusiones a las que han llegado tras examinar numerosos especímenes de Triceratops de la Formación Hell Creek.
Del total de animal estudiados, han comprobado que 18 tenían marcas de mordeduras de Tiranosaurios en sus cráneos que habían sido infligidas con el animal ya muerto, mientras se alimentaban de sus restos. Un análisis en profundidad ha revelado que en algunos de estos individuos las señales eran especialmente abundantes en el collar óseo, algo que en principio no tenía demasiado sentido ya que esa zona estaba compuesta básicamente por hueso y queratina y, por lo tanto, contenía poco alimento.
La presencia de surcos profundos y paralelos provocados, aparentemente, porque una gran fuerza había tirado del collar óseo hacia afuera ha llevado a este grupo de expertos a deducir que los T. Rex se ayudaban de sus poderosas mandíbulas para arrancar la cabeza de los Triceratops y a continuación accedían a los músculos internos que en condiciones normales no podían comer debido al collar óseo.
Estas conclusiones, esgrimen, se ven reforzadas por el hecho de que en algunos de los fósiles han encontrado marcas de dientes en el cóndilo occipital, el punto de apoyo del cráneo con la articulación de las vértebras cervicales, al que sólo podrían haber llegado tras decapitar a sus víctimas. Los dibujos incluidos en este artículo muestran de manera gráfica el proceso que seguían los Tiranosaurios para dejar sin cabeza a los Triceratops.