Parece que fuera ayer cuando Bill Gates todavía dirigía con mano de hierro el destino de Microsoft al tiempo que amasaba una fortuna colosal que lo colocaba año tras año como la persona más rica del mundo, pero ya han transcurrido 4 años y medio desde que abandonó su trabajo en la multinacional del software para dedicarse en cuerpo y alma a la fundación Bill y Belinda Gates.
Odiado por muchos durante buena parte de su trayectoria profesional debido a su estilo agresivo de hacer negocios y por los ardides que no dudaba en emplear para machacar a la competencia, su imagen pública ha mejorado paulatinamente conforme se han ido conociendo las colosales aportaciones económicas que ha realizado desde mediados de la década de los ’90 a causas humanitarias.
Unas donaciones multimillonarias que han financiado proyectos de investigación para luchar contra epidemias como la polio, la difteria, la malaria y la neumonía que asolan el continente africano, pero que también han permitido a estudiantes con pocos recursos recibir becas con las que han podido llevar a cabo sus estudios universitarios.
Se estima que en los últimos 18 años Bill Gates, ya sea a título individual o a través de su fundación, ha destinado la asombrosa cifra de 37.684.701.000 de dólares a ayudar a gente que lo necesitaba, un dinero que sumado al esfuerzo desinteresado de científicos e infinidad de voluntarios, ha permitido salvar millones de vidas humanas.
No deben sorprender pues las opiniones que ha expresado esta semana en la Royal Academy of Engineering de Londres con motivo del Global Gran Challenges Summit. En su discurso, el empresario y filántropo estadounidense ha manifestado su malestar por el hecho de que, en su opinión, sean los mercados quienes marquen cuáles son nuestras prioridades como sociedad.
No se ha andado con rodeos a la hora de remarcar que en la actualidad las farmacéuticas invierten más dinero en desarrollar tratamientos que permitan poner freno a la calvicie masculina que a tratar de encontrar una cura contra enfermedades como la malaria que afectan básicamente a las regiones más pobres del planeta.
Gates ha explicado que decenas de miles de niños mueren en África todos los años no porque no existan tratamientos médicos para los males que padecen, sino debido a que al no haber electricidad en amplias regiones del continente no tienen manera de mantener las vacunas refrigeradas durante el trayecto para llevárselas.
A pesar de los numerosos problemas e inconvenientes a los que hace frente su fundación derivados de la pobreza extrema en la que malviven millones de seres humanos en todo el mundo, ha subrayado que espera que la mortalidad infantil en niños menores de 5 años se reduzca de los 7 millones actuales a menos de 3 millones en el año 2030.
Cuestionado por los asistentes a la conferencia que ha pronunciado acerca de si es viable económicamente poner en marcha empresas socialmente responsables que sean al mismo tiempo rentables, Gates ha apuntado que se puede conseguir ofreciendo productos o servicios cuyos precios varíen en función de la renta de los demandantes, siendo muy caros para quienes puedan pagarlos y muy baratos e incluso a coste cero para quienes los necesiten pero no tengan la posibilidad de sufragarlos.
Para reforzar su explicación ha indicado que en estos momentos ya existen casos como el del LV Prasad Eye Institute, un ambicioso proyecto gestionado por una entidad sin ánimo de lucro que cuenta con 14 hospitales repartidos por toda la India y que ofrece tratamientos gratuitos a los enfermos con menos recursos. Ello es posible gracias a que se financia a través de las donaciones que realizan miles de ciudadanos a título individual y por las minutas que cobran a los pacientes que gozan de una situación económica saneada.