En el transcurso de una conferencia que dio ayer en Miami, Bill Gates confesó que tienen planeado sacar una nueva versión de Windows a lo largo del 2009. De confirmarse, este nuevo calendario de lanzamientos constituiría toda una sorpresa, puesto que Microsoft siempre había recalcado que el sucesor de Windows Vista no llegaría al menos hasta el 2010. ¿La mala acogida que ha tenido este sistema operativo habrá tenido algo que ver en tal decisión?
Lo cierto es que a finales del 2006, meses antes de que Windows Vista desembarcara en los centros comerciales de medio mundo, la compañía norteamericana explicó que nunca más dejarían transcurrir un intervalo de 6 años entre dos versiones de Windows consecutivas. Una decisión, dicho sea de paso, muy acertada. Pero una cosa es acelerar el ritmo de lanzamientos y otra muy diferente es poner en circulación un nuevo sistema operativo sólo 2 años después de haber sacado el anterior. Y eso es precisamente lo que ha anunciado Bill Gates.
¿Qué cara se les quedará a los empresarios que recientemente hayan invertido cuantiosas sumas de dinero en la compra de licencias de Windows Vista cuando sepan que el año que viene Microsoft pondrá en liza un sistema operativo más avanzado, que ofrecerá mayores prestaciones y que supuestamente corregirá los errores que se le achacan a Vista?
Es más, desde un punto de vista puramente económico, ¿no habría sido mejor para Microsoft que Gates no hubiera sido tan diáfano al anunciar el presumible adelanto en el plazo de llegada de Windows 7 (o como decidan llamarlo)? ¿No supondrá este «desliz» un descenso en las ventas dentro del mercado empresarial?