El 13 de julio del 2004, el vuelo de la compañía de bajo coste AirTran Airways partió de Atlanta en dirección a Orlando en lo que se suponía iba a ser un viaje rutinario. No fue así. Poco después del despegue, un pasajero que contemplaba el paisaje por una de las ventanillas que daban al ala izquierda del aparato descubrió con una mezcla de estupefacción y pavor que la cubierta del motor número 1 se estaba desprendiendo.
La reacción del resto del pasaje en cuanto tuvieron noticia de lo que sucedía debió ser todo menos alegre. Rápidamente, la circunstancia fue advertida a los auxiliares de vuelo y estos se la comunicaron al piloto, que decidió dar media vuelta, volver al aeropuerto de Atlanta del que habían partido y realizar un aterrizaje de emergencia que, afortunadamente, llevó a término sin mayores problemas. No pasó nada, pero podría haber acontecido una catástrofe si uno de los paneles, tras desprenderse de la turbina, hubiera topado por ejemplo con la cola del avión.
Tras más de 1 año de deliberaciones, la Junta Nacional de Seguridad del Transporte, un organismo que se encarga de investigar las causas de los accidentes automovilísticos, de aviación y marinos en Estados Unidos, determinó que el deficiente mantenimiento por parte de la compañía encargada de esta labor fue la causa de que una parte de la cubierta se separara del resto del cuerpo del aparato durante el despegue.