Los datos aportados por el Telescopio Espacial Hubble han permitido determinar a la comunidad científica que la Vía Láctea y la Galaxia de Andrómeda colisionarán en un periodo aproximado de unos 4.000 millones de años, dando lugar a una galaxia de mayor tamaño, posiblemente elíptica.
A pesar de la colosal magnitud del proceso que tendrá lugar, las colisiones entre las estrellas serán poco frecuentes debido a la inmensidad de espacio que separa a las unas de las otras, de manera que las posibilidades de que este evento afecte al Sol y, de rebote, al Sistema Solar, son muy escasas.
Partiendo de estos supuestos, la NASA y la ESA han dado forma a estas imágenes generadas por ordenador en las que muestran el aspecto que presumiblemente ofrecerá el cielo nocturno de la Tierra conforme ambas galaxias se vayan aproximando primero, y acaben por fusionarse después:
En 2.000 millones de años, el disco de la Galaxia de Andrómeda será notablemente más grande en el cielo nocturno
En 3.750 millones de años, el tamaño de la Galaxia de Andrómeda será gigantesco
En 3.900 millones de años, cuando se produzca el primer acercamiento entre ambas galaxias, se producirá un aumento en la formación estelar claramente perceptible desde la superficie de la Tierra
En 4.000 millones de años, la interacción gravitatoria entre ambas galaxias provocará que se acentúe la estructura espiral de ambas
En 5.100 millones de años, cuando se produzca el segundo acercamiento entre la Vía Láctea y Andrómeda, los nucleos de ambas galaxias tendrán el aspecto de dos grandes lóbulos brillantes
En 7.000 millones de años, la fusión se habrá completado y dará lugar a una gigantesca galaxia elíptica cuyo núcleo iluminará el cielo nocturno
Es conveniente señalar que estas ilustraciones parten de la base de que, como he indicado anteriormente, ni la órbita del Sol ni el Sistema Solar se verán afectados por la fusión de ambas galaxias. En caso de que no fuese así, el aspecto que ofrecería el cielo nocturno variaría notablemente respecto al mostrado en estas imágenes.
Sea como fuere, que nadie tenga esperanzas de que en 4.000 millones de años el ser humano siga habitando la Tierra: para entonces la luminosidad del Sol será tal que en la superficie de nuestro planeta se darán condiciones similares a las que actualmente hay en Venus, haciendo imposible la vida.