Alexander Kostov es un joven británico de 20 años que padece atrofia muscular espinal, una enfermedad genética que ataca a las neuronas motoras situadas en la médula espinal y afecta la actividad motora de las personas que la padecen, limitando progresivamente su capacidad para caminar, respirar, tragar y controlar el movimiento la cabeza y el cuello.
Dado lo mucho que ha avanzado su enfermedad, Alex se encuentra en una situación de dependencia absoluta y, hasta hace sólo unos meses, no podía tan siquiera disfrutar de uno de sus divertimentos preferidos: echar una partida a un videojuego. La imposibilidad para sostener un controlador o utilizar un teclado se lo impedían.
Afortunadamente, su caso llegó a oídos de Special Effect, una entidad dedicada a mejorar la calidad de vida de personas con discapacidades físicas sobrevenidas a causa de enfermedades o accidentes, y se pusieron a trabajar para establecer los mecanismos que permitieran a Alex el poder jugar como lo haría cualquier otro chico de su edad.
A tal efecto, hace unos meses instalaron en su habitación un sistema que le hiciera posible manejar parcialmente los videojuegos con una combinación de comandos de voz, movimiento de sus ojos y pulsaciones con uno de sus dedos:
Un avance significativo con el que ha podido jugar desde entonces a algunos títulos pero que, en cambio, se quedaba corto para otros más complejos que exigen una mayor interacción con el jugador. De ahí que Special Effect haya ido un paso más allá y haya implementado un equipo que sitúa unos sensores sobre sus cejas. Estos pequeños interruptores se activan cuando Alex las mueve arriba y abajo y, acto seguido, envían los comandos correspondientes a los videojuegos.
Con estas mejoras, Alex puede ahora manejar con un grado sorprendente de soltura videojuegos como FIFA o Minecraft:
Una de esas pequeñas historias humanas que no copan las portadas de los medios de comunicación pero que merece la pena conocer.