Stephen Elop fue nombrado CEO de Nokia el 21 de septiembre de 2010 y, bajo su mandato, la cuota de mercado de la multinacional finlandesa en el sector de la telefonía móvil pasó de un 34% que tenía cuando llegó hasta un paupérrimo 3,4%, los ingresos descendieron un 40% y los beneficios se hundieron un 95%.
Como consecuencia de esta situación, las acciones de la compañía sufrieron un desplome del 60% y su capitalización bursátil se vio reducida en 9.500 millones de euros. Esta vorágine de malos resultados financieros permitió que Microsoft comprase la división de dispositivos y servicios de Nokia a precio de saldo el 3 de septiembre del año pasado.
Concretamente, pagó 5.440 millones de euros en una operación que incluía además la licencia de sus patentes durante un periodo de 10 años. A modo comparativo, Facebook ha abonado esta semana casi 14.000 millones de euros por el cliente de mensajería WhatsApp.
Pero a pesar del despropósito que supuso la gestión de Elop al frente de Nokia, o quizá precisamente por ello, Satya Nadella, el nuevo CEO de Microsoft, lo acaba de convertir en una de las personas más influyentes de la multinacional de Redmond tras nombrarlo nuevo responsable de su división de dispositivos.
Desde su nuevo y flamante puesto va a llevar las riendas del recién adquirido negocio de telefonía móvil de Nokia y de productos tan emblemáticos como las consolas Xbox One y 360, los tablets de la línea Surface y el departamento de videojuegos de Microsoft.
Se trata de productos de una importancia estratégica para la multinacional estadounidense, no sólo por los gigantescos ingresos que generan año tras año, sino porque además ejemplifican como pocos la apuesta de Redmond por la diversificación de su estrategia comercial, que está cada vez más orientada hacia la suma de productos y servicios que ofrezcan la mejor experiencia de uso posible a empresas y usuarios particulares.
A la vista del currículum acumulado por Stephen Elop en Nokia, no parece descabellado imaginar que más de un accionista en Microsoft se habrá llevado las manos a la cabeza tras enterarse de su nombramiento. Aunque quién sabe, no me extrañaría que algún malpensado creyese firmemente que en realidad estamos ante un gran ejecutivo y que sus acciones al frente de Nokia no fueron fruto de su incompetencia sino de una estrategia premeditada