El éxito de taquilla de la película Tiburón lanzó la carrera de un por entonces joven director de cine llamado Steven Spielberg y forjó la creencia en el imaginario colectivo de que los tiburones son unos sanguinarios asesinos devora-hombres que matan cada año a miles de indefensos bañistas y surfistas.
El problema, claro está, es que como tantas otras cosas que aparecen en la gran pantalla, se trata de una presunción errónea. Porque si bien es cierto que cada año se dan casos de personas que mueren en las fauces de estos depredadores, no lo es menos que ese número es extremadamente bajo.
Tanto es así que un estudio elaborado por la Universidad de Florida ha concluido que, desde 1993, los tiburones han matado a un máximo de 12 personas en un año. Para que nos hagamos una idea de lo baja que es esta cantidad, basta con señalar que los relámpagos acaban anualmente con la vida de unos 24.000 seres humanos.
Los hombres no estamos siendo tan benevolentes con los tiburones, hasta el punto de que diversos informes presentados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estiman que ejercicio tras ejercicio los barcos pesqueros capturan entre 100 y 150 millones de tiburones. O lo que es lo mismo, entre 11.415 y 17.123 escualos cada hora que pasa.
Esta elevadísima cifra es consecuencia de la gran demanda de productos derivados de la aleta de tiburón que existe, especialmente, en el mercado asiático y que está llevando a algunas especies al borde de la extinción debido a la sobreexplotación pesquera. A la vista de estas estadísticas, me temo que los tiburones deberían estar más asustados por la voracidad de los humanos que al contrario, ¿no te parece?