El próximo lunes 20 de enero a las 10 de la mañana (hora GMT), si los acontecimientos se desarrollan tal y como prevén en la Agencia Espacial Europea, la sonda Rosetta despertará de un largo sueño y volverá a poner en marcha sus sistemas tras haber permanecido en un estado de hibernación desde mediados del 2011 para ahorrar energía y recargar sus baterías con los paneles solares que incorpora.
Una vez su instrumental vuelva a estar operativo, comenzará la fase final de su misión, que la ha llevado durante los últimos 10 años a recorrer más de 800 millones de kilómetros en un viaje épico en busca de un único objetivo: el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, en el que tratará de aterrizar durante el mes de noviembre.
Pero antes de posarse sobre este cuerpo celeste mapeará su superficie al tiempo que entrará en una órbita baja a su alrededor y decelerará progresivamente para seleccionar un punto de aterrizaje para el módulo de descenso robótico Philae.
Cuando se halle a sólo 1 kilómetro de altura, soltará a Philae, que se espera que se pose suavemente sobre la superficie a una velocidad de apenas 1 m/s debido al escaso campo gravitacional de 67P/Churyumov-Gerasimenko.
De completar la misión, se convertirá en el primer objeto desarrollado por el ser humano que consiga posarse sobre un cometa. Una vez conseguido, el instrumental que incorpora caracterizará su núcleo, determinará los componentes químicos presentes en el terreno y estudiará la actividad que se desarrolle en el mismo.
La comunidad científica confía en que los datos que aporte sirvan para profundizar en el conocimiento que tenemos sobre la formación del Sistema Solar, ya que que los cometas retienen, en forma de hielo y polvo, la composición de la nebulosa primitiva que, tras condensarse, dio origen a los planetas y las lunas.