En el Museo Nacional de los Indios Americanos de Suitland se guarda con mimo un tesoro poco conocido pero de una importancia histórica monumental: un teléfono rudimentario fabricado a base de cordeles y piezas de calabaza que data de hace entre 1.200 y 1.400 años.
El dispositivo, el más antiguo de su clase que se conserva en el continente americano, se cree que fue creado por los chimú, una cultura preincaica que se asentó en la costa central y norte de los Andes centrales, en una región que actualmente forma parte de Perú.
Esta sociedad indígena perdida para siempre no poseía lenguaje escrito, de manera que, más allá del teléfono en sí mismo, no se posee información alguna acerca de las motivaciones que llevaron a su desarrollo ni el uso real que se le dio.
El artefacto está compuesto por 2 receptores de calabaza de 9 centímetros de longitud recubiertos con resina que se hallan interconectados por la base mediante unos cordeles de algodón que alcanzan los 22 metros de longitud cuando se estiran al máximo.
Si el velo que cubre su origen resulta misterioso, no lo es menos el proceso que condujo a su hallazgo en los años ’30 o ’40 del siglo XX. Se cree que las excavaciones fueron financiadas por el barón Walram V. Von Schoeler, un millonario aventurero de la antigua Prusia, aunque no existe constancia exacta de la fecha en que se halló ni de quién lo descubrió.
Lo único que se sabe con certeza es que acabó en las manos de este aristócrata y que años más tarde el prestigioso Instituto Smithsoniano se hizo con su propiedad y ahora lo guarda en el referido museo sito en la ciudad estadounidense de Maryland.