Una represión asfixiante del régimen dictatorial de la familia Kim, campos de concentración en los que se tortura a cualquiera que ose poner en duda a la casta gobernante, hambrunas periódicas producto de una economía en bancarrota y la ausencia de servicios básicos como agua corriente, medicinas o electricidad, por citar sólo unos cuantos, hacen de Corea del Norte uno de los peores sitios del planeta en los que un ser humano puede tener la desgracia de vivir.
La precariedad en la que malviven sus habitantes se ve reflejada de manera evidente en estas imágenes nocturnas tomadas por satélite que muestran cómo cada jornada, cuando el sol se pone por el horizonte, la falta de fluido eléctrico hace que la práctica totalidad del país se suma en la penumbra.
Sólo un sitio se salva de estos cortes de luz: Pyongyang, la capital de Corea del Norte. Es el punto de color amarillo que se encuentra en la franja oeste del estado-prisión. Fuera de sus límites, la única luminosidad con la que pueden contar sus habitantes durante la noche es la que procede de la Luna y las estrellas que pueblan sus, por otra parte, inmaculados cielos.