La época de vacas gordas en la que los fabricantes de telefonía móvil encontraban pocos obstáculos para vender con generosos márgenes de beneficios sus modelos de gama alta muestra signos de agotamiento. La enquistada crisis económica y la aparición de empresas chinas capaces de poner en el mercado smartphones competitivos a precios muy económicos ha impulsado el precio de este tipo de terminales hacia abajo a toda velocidad y está afectando la cuenta de resultados de gigantes que hasta no hace mucho parecían intocables como Apple o Samsung.
Según estimaciones realizadas por IDC, el importe medio de los teléfonos inteligentes ha descendido de manera abrupta en el último año y medio, hasta el punto de que a principios del 2012 era de 340 dólares la unidad mientras que ahora se sitúa en unos comparativamente escasos 285 dólares.
Ello está afectando a buena parte de los gigantes del sector, empezando por Nokia, que en el segundo trimestre del año ha obtenido unos ingresos medios de 157 euros por cada smartphone que ha puesto en circulación, una cantidad claramente inferior a los 191 euros del trimestre anterior. El origen de este descenso se halla en el reciente lanzamiento de modelos como el Lumia 520 destinados a competir con sus homónimos asiáticos en la franja más económica.
La multinacional finlandesa no es la única que sufre en sus carnes este nuevo escenario. La capitalización bursátil de Samsung, por ejemplo, ha bajado en 19.000 millones de euros en los últimos meses coincidiendo con la publicación de estimaciones que sitúan la demanda internacional del Galaxy S4 a niveles inferiores a los previstos inicialmente.
Y qué decir de Apple, que desde septiembre del año pasado ha visto cómo su valor en bolsa ha descendido un 40% ante el temor de que el iPhone 5 no tuviera la acogida que los mercados pronosticaban cuando fue lanzado a finales del 2012.
Dada la potencia más que sobrada de buena parte de los smartphones actuales y las estrecheces económicas por las que pasan millones de familias en todo el mundo, existe un número creciente de consumidores que prestan cada vez más atención al precio y menos a la velocidad de los procesadores o a las resoluciones de pantalla de estos dispositivos.
El dinero que están dejando de ingresar los fabricantes occidentales está comenzando a virar hacia tierras chinas, donde empresas como Lenovo o Huawei han adoptado una agresiva política de precios y están poniendo en circulación terminales de características más que aceptables a precios al alcance de la mayoría de bolsillos.
Ante las dificultades más que evidentes para competir en precio con empresas de países en desarrollo en los que la mano de obra es mucho más barata y que optan por manejarse con márgenes de beneficios muy ajustados, da la sensación de que sólo la capacidad de innovación y de poner en el mercado productos con características diferenciales permitirá a los compañías tradicionales seguir publicando trimestre tras trimestre unos balances económicos más que saneados.