Un encuentro casual de unos biólogos marinos en la costa de Chile con un grupo de cachalotes que dormían apaciblemente, ajenos a lo que ocurría a su alrededor, permitió a la comunidad científica entender en el año 2008 comportamientos sobre estos gigantescos mamíferos que llegan a alcanzar longitudes de más de 20 metros que hasta la fecha se desconocían.
Los naturalistas se hallaban monitorizando el comportamiento de esta especie a bordo de una pequeña embarcación cuando accidentalmente se toparon con unos cachalotes que extrañamente permanecían en posición vertical, sin hacer movimiento alguno y con sólo el extremo de sus cabezas sobresaliendo por encima de la superficie del agua. Estaban completamente dormidos.
A partir de esa observación, se dedicaron a estudiar con detenimiento el comportamiento de este grupo y comprobaron que pasaban el 7% del tiempo inactivos, descansando de manera despreocupada con sus cuerpos flotando en la superficie o cerca de la misma durante periodos de 10 a 15 minutos en los que no se movían ni respiraban.
Hasta ese momento se creía que los cachalotes, al igual que otros cetáceos, cuando dormitaban sólo desconectaban un hemisferio de su cerebro, lo que les permitía subir a la superficie para respirar o para reaccionar con rapidez ante cualquier eventualidad o peligro que pudiera acecharles, tal como la presencia cercana de orcas.
Unas conclusiones a las que se había llegado tras realizar seguimientos exhaustivos durante años a delfines y ballenas de pequeño tamaño en cautividad pero que se vieron rebatidas tras la publicación de este estudio elaborado por un equipo de científicos liderado por el profesor Luke Rendell de la Universidad de Saint Andrews que tomó como objeto de análisis a los referidos cachalotes en libertad.