Jan Eliasson, vice-secretario general de la Organización de las Naciones Unidas ha efectuado una llamada urgente a gobiernos, instituciones internacionales, empresas y sociedad civil para que entre todos contribuyamos de manera más decidida a acabar con la crisis humanitaria que supone que 2.500 millones de personas en el mundo no tengan acceso a instalaciones sanitarias básicas.
Más allá de los fríos números, Eliasson ha querido ejemplificar las enormes desigualdades que aun hoy en día siguen existiendo entre las personas que tienen la suerte de nacer en países desarrollados y las que malviven en las regiones más pobres del planeta con un dato demoledor: por difícil que resulte de creer, existe más gente con teléfonos móviles que con acceso a baños que tengan unas medidas de salubridad mínimas que les permitan mantener una higiene personal en condiciones.
Se estima que de los 7.000 millones de personas que pueblan la Tierra, 6.000 tienen un terminal móvil o pueden utilizar alguno de un familiar o amigo, mientras que sólo 4.500 disponen de baños o letrinas. Es decir, que 2.500 millones de seres humanos, concentrados especialmente en las zonas rurales, no cuentan con una sanidad adecuada y se ven a obligados a hacer sus necesidades allá donde pueden.
El diplomático de origen sueco ha remarcado además que los países con un mayor porcentaje de personas que defecan en las calles son también los que presentan un mayor ratio de mortalidad infantil entre niños menores de 5 años y niveles más altos de desnutrición como consecuencia de la pobreza generalizada en la que malviven.
Unas palabras que han sido corroboradas por Martin Mogwanja, director ejecutivo adjunto de UNICEF, quien ha señalado que acabar con las defecaciones en entornos abiertos contribuiría a reducir en un 36% las diarreas infantiles, que matan cada año a 750.000 niños menores de 5 años en los países en vías de desarrollo.