La batalla legal que vienen manteniendo en el último año y medio Apple y Samsung a propósito de los diseños e interfaces de usuario del Nexus S, Epic 4G, Galaxy S 4G y Galaxy Tab, que la empresa de la manzana considera que han sido copiados del iPhone y del iPad, ha servido para que, acaso de manera temporal, la opinión pública haya posado su mirada sobre el farragoso y ampliamente desconocido mundo de las patentes.
La Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos (conocida como USPTO por sus siglas en inglés) calcula que hasta la fecha se han concedido más de 6 millones de patentes, una cifra gigantesca que da buena muestra de hasta qué punto son importantes para multitud de empresas y particulares que quieren proteger sus ideas e innovaciones (de los patent trolls hablaré otro día).
IBM es la empresa que año tras año, desde hace 19, registra un mayor número de patentes. A modo de ejemplo, si revisamos los datos del 2011, vemos cómo la referida International Business Machines se hizo con 6.180 patentes, seguida por Samsung con 4.894, Canon con 2.821, Panasonic con 2.559, Toshiba con 2.483, Microsoft con 2.286, Seiko con 1.533, Hon Hai Precision Industry con 1.514 e Hitachi con 1.465.
Pero, ¿cuál fue la primera patente que se registró en Estados Unidos? Para dar respuesta a esta pregunta hay que remontarse mucho tiempo atrás. Concretamente, al 31 de julio de 1790. Ese día, el presidente George Washington firmó de su puño y letra el documento que encabeza este artículo con el que otorgó derechos exclusivos de uso a Samuel Hopkins para la explotación comercial de un proceso que había inventado para fabricar hidróxido de potasio, un compuesto químico inorgánico también conocido como potasa cáustica que se utiliza en los fertilizantes.
Además de George Washington, la concesión de la patente también fue firmada por el secretario de estado Thomas Jefferson y el fiscal general del estado Edmund Randolph. Se da la casualidad de que Hopkins, un inventor que había nacido en Filadelfia el 9 de diciembre de 1743, también consiguió ese mismo año la primera patente otorgada jamás en Canadá por un proceso para obtener potasa o jabón a partir de ceniza de madera.