El 16 de julio de 1945, a las 05:29:45 de la mañana hora local, el ejército estadounidense hizo explotar en el desierto Jornada del Muerto a Trinity, la primera bomba nuclear de la historia. 16 milisegundos más tarde, apenas un suspiro después, esta extraordinaria fotografía captó la monstruosa bola de fuego de 200 metros de anchura que creó la deflagración.
Esta prueba marcó el inicio de la era atómica. La detonación liberó una energía equivalente de 20 kilotones y dejó tras de sí un cráter de 3 metros de profundidad y 330 metros de anchura. La inusitada virulencia de Trinity provocó que las montañas colindantes se iluminaran más que en pleno día durante un periodo de entre 1 y 2 segundos y que la temperatura ambiente ascendiera de manera súbita.
El rugido atronador de la explosión tardó 40 segundos en llegar a los observadores que contemplaron cuanto aconteció aquella jornada desde un campo base situado a 16 kilómetros de distancia. Mucho antes pudieron divisar desde su emplazamiento cómo se formaba una colosal nube de hongo que llegó a alcanzar una altura de 12 kilómetros.
No fueron las únicas personas que vieron y sintieron de primera mano los efectos de la bomba. Se estima que la onda de choque fue perceptible hasta a 160 kilómetros de la zona cero y diversos testimonios aseguraron haber visto la bola de fuego y un flash de luz que iluminó el cielo a casi 250 kilómetros de distancia.
El «éxito» de la prueba hizo que el 6 de agosto de 1945, sólo 3 semanas más tarde, los militares Paul Tibbets, Robert Lewis, Thomas Ferebee, Theodore Van Kirk, William Parsons, Jacob Beser, Morris Jeppson, George Caron, Wyatt Duzenberry, Joe Stiborik, Robert Shumard y Richard Nelson, a bordo del bombardero Enola Gay, lanzaran la bomba atómica sobre Hiroshima, causando entre 70.000 y 80.000 muertes de manera instantánea e hiriendo de diversa consideración a otras 70.000 más.