La colonización y el establecimiento de bases permanentes en la Luna ha sido un sueño que durante siglos han perseguido científicos, ingenieros, empresarios, escritores y benditos soñadores, que los políticos han utilizado para ganar votos, y que se ha visto reflejado en multitud de documentales, cómics de ciencia ficción y hasta películas.
Pero, ¿veremos algún día asentamientos humanos en la Luna? Eso parece. La misión LCROSS, en la que se hizo chocar una sonda de la NASA contra nuestro satélite para estudiar la composición del material eyectado por el impacto, descubrió en el mes de noviembre del 2009 cantidades significativas de agua.
Investigaciones posteriores llevadas a cabo a partir de los datos aportados por el satélite de la Agencia India de Investigación Espacial Chandrayaan-1 han ofrecido resultados en la misma línea, apuntando que en el polo norte de la Luna podría haber, al menos, 600 millones de toneladas de hielo en capas situadas a unos metros de profundidad.
Además de los recursos naturales que se podrían extraer, la principal ventaja de establecer una colonia en la Luna radica en que se requiere mucha menos energía para enviar objetos al espacio desde su superficie que desde la de la Tierra debido a que su gravedad es inferior. Ello podría hacer de nuestro satélite el centro de construcción y lanzamiento principal de naves espaciales en un futuro.
Estar situada tan cerca nuestro implica que sólo habría 3 segundos de demora en las comunicaciones enviadas desde la Tierra a la Luna y viceversa, los viajes de uno a otro objeto astronómico se podrían realizar en unos días o menos, se podría utilizar a sus colonizadores para aprender con mayor profundidad cómo afecta su baja gravedad al ser humano y, por qué no, sacar partido de su nítida atmósfera como excelente punto de observación del espacio que es.
Claro que no todo es positivo: los asentamientos deberían hacer frente a las bajas temperaturas que se alcanzan, los interminables días sin Sol lejos de los polos, los efectos de la radiación y de la baja gravedad, todavía inciertos para los científicos, o la posibilidad de que un asteroide chocara contra su superficie, mayor que en la Tierra debido a su fina atmósfera.
Sea como fuere, lo único seguro es que la colonización a gran escala no se producirá hasta dentro de varias décadas. Por lo pronto, Japón ha anunciado que tiene previsto establecer una base en el 2030; más o menos como Rusia, que planea llevar allí a sus astronautas entre el 2027 y el 2032, aunque la falta de un programa creíble puede implicar que esos plazos no sean más que un brindis al Sol y que los planes, tal y como están estipulados actualmente, sean irrealizables.