Cada día que pasa la situación por la que atraviesa RIM se antoja más grave y la salida del túnel más complicada. No es sólo que las ventas de las BlackBerrys estén bajando a toda velocidad y que por el camino estén perdiendo a millones de clientes que puede que nunca vuelvan, sino que además no hay señales claras de que vayan a lanzar a corto o medio plazo ningún producto rompedor.
Su única esperanza de recuperación reside en el BlackBerry 10, la renovada versión de su sistema operativo para smartphones y tablets basada en QNX que ofrecerá soporte para aplicaciones implementadas en C++, HTML5 y Adobe AIR y que está previsto que aparezca a finales de año.
Pero la presentación del mismo que Thorsten Heins, CEO of Research In Motion, ofreció a principios de mayo a los medios de comunicación desplazados al BlackBerry World dejó muchas dudas en el aire y ayudó a que cimentase la sensación de que, aun siendo un buen producto, llega tarde y no incorpora las novedades y mejoras suficientes como para desbancar a iOS, Android o Windows Phone.
Una opinión esta última que ha ido calando en los parqués bursátiles y que, espoleada por las pérdidas económicas que se esperan para este último trimestre, ha contribuido a acrecentar la desconfianza hacia la empresa canadiense. Tanto es así que en las últimas horas sus acciones se han situado por debajo de los 10 dólares por título por primera vez desde diciembre del 2003.
Producto de este descenso, su capitalización en bolsa se ha situado en poco más de 5.000 millones de dólares, 16 veces menos que en el 2007. Sí, habéis leído bien, el valor de la compañía se ha visto dividido por 16 en sólo 5 años, lo que ha llevado a sus máximos responsables a plantear la posibilidad de vender parte de sus activos a fin de sanear las cuentas. Visto lo visto, parece más que evidente que a no ser que cambien las cosas radicalmente el futuro de RIM pinta muy, muy, negro.