Una gigantesca nube de destrucción

El 1 de noviembre de 1952, a las 07:15 horas de la mañana, la isla Elugelab, situada en el atolón Enewetak (Islas Marshall), desapareció de la faz de la Tierra junto con los animales y plantas que poblaban sus tierras. Minutos más tarde su lugar pasó a ser ocupado por un gran cráter de 1,9 Km de diámetro y 50 metros de profundidad, resultado de la primera prueba con una bomba termonuclear de fusión que realizó Estados Unidos.

Nube de hongo generada por la explosión de la bomba termonuclear de fusión Ivy Mike

Apenas 90 segundos después de la explosión, Ivy Mike, que es el sobrenombre que se dio a esta bomba, creó una bola de fuego de 5,2 Km de diámetro, una nube de hongo de 17 Km de altura, liberó una energía de 10,4 megatones (750 veces más que en Hiroshima) y generó temperaturas de hasta 15 millones de grados, similar a la que se estima que hay en el núcleo del Sol.

Nube de hongo generada por la explosión de la bomba termonuclear de fusión Ivy Mike

Poco después de la gigantesca detonación, el físico Edward Teller, uno de los más ardientes defensores del desarrollo de la bomba de hidrógeno, supo desde su despacho en la Universidad de Berkeley (California), que la prueba había concluido «satisfactoriamente». No hizo falta que nadie le llamara para comunicárselo. El sismógrafo con el que contaba el prestigioso centro académico en el que impartía clases fue quien le avisó, tras detectar las ondas de choque que habían atravesado a toda velocidad el Océano Pacífico, recorriendo miles de kilómetros, producto de la colosal y mortífera explosión.

Nube de hongo generada por la explosión de la bomba termonuclear de fusión Ivy Mike

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