En la actualidad, un tercio de los niños de Corea del Norte padecen graves problemas de desnutrición debido a que el régimen genocida que lleva las riendas del país ha reducido drásticamente la cantidad de alimentos que proporciona a sus ciudadanos con los cupones de racionamiento, que han pasado de aportar 1.400 calorías diarias a tan sólo 700 (lo recomendable es ingerir entre 2.000 y 2.500 calorías cada jornada).
Un panorama desolador que esconde bajo los fríos números dramas personales que ponen los pelos de punta y que nos vienen a recordar que, pese a que en una sociedad como la nuestra los episodios de inanición son felizmente cosa del pasado, todavía existen vastas regiones del planeta donde la gente se muere, literalmente, de hambre.
Una terrible realidad de la que pueden dar fe la primera ministra de Irlanda Mary Robinson, el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter, el expresidente de Finlandia Martti Ahtisaari y la exdirectora general de la Organización Mundial de la Salud Gro Harlem Brundtland, que hace unas semanas visitaron el estado-prisión norcoreano para abordar su espinoso programa nuclear y ver con sus propios ojos la dantesca situación que vive la población.
Sometidos al yugo y los desmanes despóticos de Kim Jong Il, un psicópata paranoico que rige los designios del país y que lleva en el poder desde 1994, cuando sucedió al tirano de su padre, los habitantes del país asiático han sufrido repetidos episodios de hambruna desde mediados de los años ’90.
El más grave de ellos tuvo lugar entre 1995 y 1999, cuando una serie de inundaciones inutilizaron el 40% de las extensiones de cultivo, lo que unido al precario sistema agrícola y al autoimpuesto aislamiento del exterior condujeron a un desavastecimiento general de alimentos de primera necesidad, lo que se tradujo en una catástrofe humanitaria en la que entre 900.000 y 3,5 millones de personas murieron víctimas de la inanición.
El 60% de los niños que lograron sobrevivir experimentaron problemas de crecimiento debido a la desnutrición a la que debieron hacer frente, una circunstancia horrible que ha lastrado a toda una generación de jóvenes que ahora tienen entre 20 y 30 años.
Ha transcurrido más de una década desde entonces, la producción agrícola ha aumentado desde los 2,7 millones de toneladas métricas de 1997 hasta los más de 4 millones que se contabilizaron en 2004, pero desgraciadamente las penurias siguen presentes en el día a día de los norcoreanos, tal y como ponen de manifiesto las denuncias de organizaciones como Amnistía Internacional y los artículos que, con cuentagotas, van apareciendo poco a poco en la prensa internacional.