De Stephen Elop, el actual presidente de Nokia y la persona que ha propiciado el acuerdo con Microsoft merced al cual los móviles de la compañía finlandesa van a incorporar Windows Phone 7 en sólo unos meses, se han dicho muchas cosas en los últimos días y casi todas negativas.
En la mayoría de blogs que he tenido la oportunidad de leer se destaca que ha cometido un error estratégico de primera magnitud, que ha vendido su compañía al gigante de Redmond, que debería haber continuado con Symbian y MeeGo, que ha desposeído a Nokia del halo especial que tenía y la ha convertido en un fabricante al estilo de HTC que controla el hardware pero no el software o que, llegado el caso, debería haber apostado por un entorno abierto y más asentado en el mercado como Android en lugar de en WP7.
Lo que en cambio no había visto en ninguna parte es que este señor, además de haber sido uno de los máximos ejecutivos de Microsoft hasta septiembre del 2010, sigue siendo a día de hoy el 8º mayor accionista individual de la compañía que durante años ha liderado Bill Gates. Concretamente, posee 130.026 acciones que tienen un valor en bolsa de 3,18 millones de dólares:
Es, pues, alguien que está muy interesado en que a Microsoft le vaya todo muy bien. ¿Quiere esto decir que el acuerdo entre ambas compañías ha podido verse condicionado de alguna manera por este hecho? En absoluto. Para una persona en su posición, 3 millones de dólares probablemente no sean más que «calderilla», pero no sé hasta qué punto es ético que una operación de tal magnitud esté capitaneada por un señor con intereses en ambos bandos.
Ah, antes de que se me olvide: en mi opinión (y parece que soy de los pocos que opina así) Nokia ha hecho bien en apostar por un sistema operativo a la altura de las circunstancias y dejar de lado, por fin, a Symbian. No le quedaba otra opción. Lleva demasiado tiempo perdiendo mercado a marchas forzadas y, si nada cambia, en un plazo de 3 años podría dejar de ser el mayor fabricante de móviles a nivel mundial y verse superada por Samsung.
Por motivos obvios no podía equipar sus smartphones con iOS, WebOS o el Blackberry OS. Así pues, las alternativas se reducían únicamente a Android y a Windows Phone 7. Ha escogido esta última, probablemente, para diferenciarse de la mayoría de fabricantes que han preferido el software de Google. Veremos qué tal le va esta apuesta, indudablemente arriesgada, en los próximos meses una vez los primeros terminales con WP7 se pongan a la venta.