Por más que oigamos mil y una veces a personas de nuestro entorno expresar en voz alta, ante determinadas situaciones, la tan manida frase de «la tecnología avanza que es una barbaridad», en ocasiones no somos conscientes de hasta qué punto tienen razón. Basta con que echéis la vista atrás por un momento y penséis, por ejemplo, en la cantidad de aparatos que hubiésemos necesitado hace 20 ó 30 años para igualar, al menos parcialmente, las prestaciones que nos ofrece actualmente un pequeño teléfono móvil.
Si queríamos escuchar música, necesitábamos una radio y las correspondientes cintas de casette; para grabar un cumpleaños, unas vacaciones o una comida familiar, recurríamos a una pesada vídeocámara; cuando queríamos ver dichas filmaciones, un reproductor de vídeo, ya fuese VHS o Beta; en caso de que fuésemos a realizar una llamada cogíamos, por supuesto, el teléfono fijo; si queríamos realizar un cálculo complicado, teníamos que ir a por la calculadora… o al mítico reloj Casio con calculadora incorporada (ideal para los exámenes del cole); por último, para jugar debíamos optar por un Spectrum, MSX, Amiga o alguna consola de 8 ó 16 bits.
Todo eso, y más, se puede hacer con un móvil. Además, cabe en el bolsillo del pantalón. En cambio, ¿cuánto espacio ocupaban los aparatos de hace unos años que os acabo de mencionar? La imagen que os traigo hoy, con cierta sorna, lo deja a las claras: